lunes, 4 de octubre de 2010

Cuando a Jesús le robaron su día

Capítulo V


A esa altura el peronismo había perdido totalmente la adhesión de la clase media y la idea de la pacificación se alimentaba en la observación, exacta, de que el país estaba dividido en dos. Había un nudo que cortar. Con la espada o con la inteligencia. A Perón faltabale el valor para la espada y la sabiduría para la inteligencia. La visión de la guerra civil, que el crecimiento del antiperonismo convertía en una amenaza real, lo abrumaba. Con una mayoría absoluta no habría guerra civil sino guerra de policía. Con el país dividido en dos, sí. En cambio la oligarquía se sentía alentada por la personalización de la lucha y la perspectiva del derrumbe del bando adversario con la sola eliminación de un hombre. La propaganda peronista, estereotipada, ya no impactaba más; en cambio sí impactaba la propaganda adversaria, renovada con el ingrediente religioso, incluso en el seno del peronismo.

La idea de la corrupción administrativa y la de la falta de libertad se habían inflado enormemente, hasta hacerse gigantescas, obsesionantes, ineludibles, hasta adquirir el carácter de hechos aceptados e indiscutidos. Ese mismo clima preludio la caída de Hipólito Yrigoyen en 1930. Un hombre con su carácter diametralmente opuesto al de Perón, austero y sobrio, y con mística liberal, fue igualmente tildado de tirano y de presidir un régimen de corrupción, de una corrupción casi preapocalíptica.

El peronismo no demostraba vitalidad. No había manifestaciones espontáneas en su defensa, ni peleas callejeras ni agitación popular. Las invocaciones al pueblo, a fuerza de repetirse una y mil veces, sin necesidad y sin consecuencias, habían perdido eficacia, fuerza de convicción. Mil veces se había citado al pueblo, se le había excitado, para luego recomendarle que fuera “del trabajo a casa y de casa al trabajo”.

El líder revolucionario, en definitiva, acaso por el militar que llevaba adentro, terminaba siempre invocando el orden y la disciplina. Por otra parte, la desgraciada conducción autoritaria y vertical rígida del peronismo había anulado toda espontaneidad. No solo faltaba libertad para la crítica; también faltaba libertad par el aplauso. Porque no había otras manifestaciones que no fueran previamente organizadas por los altos mandos de la C.G.T. y el partido. Todo reglamentado. Y lo curioso y paradojal es que la victima de esta “dictadura” es el propio peronismo, no sus enemigos. Así se producía este hecho sorprendente: que gozara de más libertad el antiperonismo que el peronismo. Por todo esto, en el momento decisivo Perón no contaba con el respaldo y la colaboración de una poderosa organización política. Y lo que era un problema colectivo, se convertía en problema personal. Mucho problema para un solo hombre y mas cuando ese hombre no tiene la energía, la mística de un verdadero luchador político y el valor de llegar al sacrificio de si y de los demás en defensa de una causa. Perón quería seguir jugando al 17 de octubre cuando ya entraban a jugar las ametralladoras.

* * *

El peronismo no solo afecto a la oligarquía, sin eliminarla, sino también a la clase dirigente argentina, sin tampoco eliminarla. Conservadores, radicales, socialistas y comunistas, vieron en el peronismo, no al rival con quien compartir el poder o alternárselo, sino al enemigo frustrador de todas sus esperanzas y posibilidades. El peronismo los condenaba a vegetar.

No los destruía ni les daba posibilidades de éxito; tampoco les ofrecía perspectivas de integración, pues el culto hacia que en el peronismo no hubiera cabida jerárquica para nadie. Por eso eran todos enemigos absolutos; tanto el conservador Solano Lima, como el izquierdista Frondizi. En sus planteos públicos, en sus actitudes y lenguajes ignoraban el trasfondo social del problema que enfrentaba el país. Por lo general solo hacían referencia al especto político, justamente aquel en que el peronismo era débil y vulnerable a la crítica. La crítica económica carecía de seriedad. ¿Cómo se producía esta ceguera real o fingida?… Nadie por cierto discutiría la doctrina de la justicia social, nadie impugnaba la soberanía popular -esencia de la democracia-, nadie se oponía al desarrollo industrial. Simplemente lo negaban. Negaban que el país avanzara; que se hubiera elevado el nivel de vida. Negaban el ascenso social, económico y político de los trabajadores. Todo eso era demagogia, apariencia. Los obreros eran engañados, el nivel de vida “ficticio”, el desarrollo industrial carente de base. La inflación había descapitalizado y empobrecido aun a quienes aparentaban haber prosperado y poseer mas bienes. Todo era pura apariencia, producto del increíble poder de seducción de Perón y de su propaganda (¡justamente de su propaganda!) Y si alguna cosa positiva no se podía negar, o bien era obra “de los tiempos”, o bien un beneficio circunstancial de osadas violaciones a las sacras leyes de la economía que abreve plazo nos castigarían fulminándonos con una implacable miseria. Perón carecía de ciencia. Porque en este republica todo progreso es hereje y ficticio. Y solo la miseria es científica, ortodoxa y real.



Cada vez que adelantamos transgredimos las leyes del universo; cuando vegetamos estamos en regla, cumplimos con todos los principios, doctrinas y ciencias.

Jamás admitieron ni como legitimo ni como real el papel revolucionario del peronismo. Las escuelas creadas carecían de valor porque en ellas se enseñaba que Perón era un prócer. Sarmiento construyo dos escuelas y se convirtió para toda la eternidad en “el gran Sarmiento”. Perón construyo miles de escuelas y por creerse “el gran Perón” era un miserable.

Hasta las obras materiales, aquellas que por estar hechas de hierro, ladrillo y cemento parecerían imposibles de negar, eran consideradas simples recursos propagandísticos. No contaban las obras sino el cartel “Perón Cumple” con que eran adornadas; las obras eran un pretexto para colocar el cartel, o un pícaro recurso para mantener la plena ocupación de la mano de obra. Como en la filosofía de Berkeley, nada era realidad y todas visiones provocadas por un taumaturgo hipnotizador de multitudes. Era sí “real”, la “ruina” del campo por la emigración de los “cabecitas negras”.

Si todo el progreso era ficticio, si el mismo pueblo que llenaba Plaza de Mayo y aplaudía, y gritaba “la vida por Perón”, o sea el presunto beneficiario del peronismo era victima de un engaño. Si el país se estanco, el campo se arruino por abandono, y la industria estaba destinada a desaparecer por carecer de fundamentos económicos, etc., ¿Por qué habría de soportarse el despotismo de Perón?…¿Por qué admitir su liderazgo?… ¿Con qué justificar los homenajes?
Si la revolucionaria reforma bancaria que posibilito tantas realizaciones, no era mas que “el robo de dinero de los particulares por el Estado”, según dijo en su discurso de respuesta Luciano Molinas, ¿qué había de positivo en el peronismo?…

Sobre esa base de negación era estéril el dialogo, imposible la convivencia, ilusoria la pacificación. No hay pacificación sin aproximación, sin esfuerzo de comprensión. El acercamiento entre peronismo y antiperonismo debía partir del reconocimiento de la obra peronista, para luego señalar las deficiencias. En ninguno de los discursos que se pronuncian como respuesta al llamado presidencial, se le reconoce al peronismo ninguna obra efectiva.

Perón, por su parte, omite un examen de conciencia una necesaria autocrítica. Y asi, en ese trimestre decisivo, el forzado dialogo entre peronismo y antiperonismo parece un dialogo entre sordos. Cada cual habla de lo suyo e ignora olímpicamente al adversario.

El peronismo le esta pidiendo a la oposición que le permita consolidarse, que acepte el hecho consumado de la revolución popular, a cambio de lo cual ensanchara la legalidad y perfeccionara la libertad política. El antiperonismo, instrumentado por la oligarquía, solo piensa en la destrucción del peronismo, y las dificultades de este, solo sirven para excitar sus ambiciones. No medita en términos nacionales sino partidarios. Las consecuencias nacionales de la probable caída del peronismo no le preocupan. Solo ve la perspectiva de la sucesión.

Eje de esta conducta es el partido conservador, lo cual tiene su lógica.
No la tiene con tanta, en cambio, que partido populares y políticos d izquierda hayan entrado en ese juego y se hayan alineado de acuerdo al esquema político y moralista trazado por la oligarquía, en vez de ahondar en la realidad económico-social.

El partido socialista, híbrido trasplante del socialismo europeo, partido sin alma nacional, sin comprensión telúrica, esta obturado por: a - su falta de base obrera; b - su adhesión al liberalismo económico.

El partido radical, principal aglutinamiento de la clase media por el rencor y los celos hacia la clase obrera y por su sentimiento de partido desplazado.
Los comunistas y los principales núcleos de izquierda, que miran al país desde el universo y no al universo desde el país, por su empacho de materialismo histórico, que frecuentemente no les hace entender nada de nada.

La perspectiva de la caída de Perón los llenaba de esperanzas a todos en cuanto a la posibilidad personal. Era, en definitiva, una clase dirigente, mediocre y arrinconada, que esperaba su hora y servia de instrumento a los intereses económicos.


Agradecemos a Diana Ferla (hija de Salvador) por acercarnos este material inédito.


Texto gentileza de Pensamiento Nacional


Fuente Agenda de Reflexión.

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